Piso, sueno los tacones, brinco los charcos y descubro cada uno de mis pies, uno se adelanta al otro y los dos quieren ganar.
Al rededor todo se detiene de repente.
Llevo la cabellera larga, un escote sin recato, una risa de pecado y un descaro sin su dueño.
Y con mis ojos en bel canto, la codicia de mujer, te llamo, te invito, a la fiesta del amor.
No habrá tregua es un duelo hasta el final. Tú me tomas, yo te sigo, vivo es este sueño.
Y, por un momento… Los límites se desvanecieron en tenues líneas que se pierden sin pudor.
Sesgados los cuerpos de los contendientes, amantes por ahora, hace minutos, extraños entre sí.
Fieras que se devoran. ¿Qué es lo mío o lo tuyo? No se sabe donde empiezo o donde acabo.
No podrás librarte del anhelo de la hartura del manjar que yo te di.
Enredo delirante, la borrasca de un espacio sin control.
Besos de bruja, cadencias, ceños y muecas, enredos sin desenredar.
¿Y quién sabe si podremos gobernarnos? O vivir cuales presos de un fervor.
Y quien sabe a cuantos otros dañaremos con excusas eternamente sin perdón.
Herida de muerte, te miro y me rio, me duermo pensando: “Seguro que no regreso jamás”.